LA IGLESIA

LA IGLESIA
CATALINA PADILLA - JESICA BURBANO

lunes, 1 de febrero de 2010


EDAD MODERNA



América primitiva: la Santería, una fusión del catolicismo con tradiciones religiosas de África occidental traídas originalmente entre los esclavos.



Martín Lutero: teólogo y reformador religioso alemán, iniciador de la Reforma protestante. Figura crucial de la edad moderna en Europa, la influencia del conjunto de sus teorías y doctrinas (que suele ser denominado luteranismo) se extendió, más allá de la religión, a la política, la economía, la educación, la filosofía, el lenguaje, la música y otros espacios de la cultura.

El 31 de octubre de 1517 Lutero se convirtió en controvertida figura pública al exponer en el pórtico de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg (algunos estudiosos dudan sobre si éste fue el lugar exacto) sus 95 Tesis o proposiciones escritas en latín contra la venta de indulgencias (remisión, mediante un pago, de los castigos temporales impuestos por la comisión de los pecados) para la gran obra de los papas Julio II y León X: la construcción de la basílica de San Pedro en Roma. Al margen de cómo se hicieron públicas sus proposiciones, causaron una gran conmoción y fueron traducidas de inmediato al alemán, logrando una amplísima difusión. Lutero defendió con energía sus opiniones en debates universitarios públicos en Wittenberg y en otras ciudades, provocando una investigación por parte de la Iglesia romana que culminó con la condena de sus enseñanzas (15 de junio de 1520) y con su excomunión (1 de enero de 1521) por el papa León X. En abril de 1521 fue convocado ante el emperador Carlos V en la Dieta de Worms y se le pidió que se retractase ante las autoridades seculares y eclesiásticas allí reunidas. Se negó, asegurando que para hacerlo tendrían que refutar sus teorías con las Escrituras y la razón y que no es conveniente ir contra la conciencia. Su famosa declaración: “Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa”, quizá no sea más que una leyenda. El emperador condenó a Lutero, pero el elector de Sajonia, Federico el Sabio, lo recluyó en su castillo de Wartburg, donde Lutero emprendió su traducción del Nuevo Testamento del original griego al alemán, una contribución fundamental al desarrollo de la lengua alemana. Los desórdenes provocados en Wittenberg por sus seguidores más extremistas le obligaron a volver a la ciudad, en marzo de 1521, para restablecer la paz por medio de numerosos sermones


Juan Calvino y el Calvinismo: teólogo, reformador religioso y humanista francés. Su teología (denominada de forma genérica calvinismo) le convirtió en el principal exponente de las doctrinas cristianas al amparo de las cuales surgieron buen número de las Iglesias reformadas protestantes. Nació el 10 de julio de 1509 en Noyon. Recibió enseñanza formal para el sacerdocio en el Collège de la Marche y en el Collège de Montaigu, ambos centros académicos dependientes de la Universidad de París. Influido por su padre (el cual prefería que su hijo se dedicara al ejercicio del derecho y no a la teología), cursó estudios de leyes en las universidades de Orleans y Bourges. Junto a varios amigos empezó a interesarse por el entorno del humanismo, así como por el movimiento de la Reforma, y emprendió estudios sobre la traducción griega de la Biblia. En 1532 publicó un comentario sobre De Clementia, obra de Lucio Anneo Séneca, en el que ya quedaba de manifiesto su sólida y erudita formación humanista. Se asoció entonces con Nicolás Cop, que acababa de ser elegido rector de la Universidad de París, y ambos tuvieron que huir de la ciudad en 1533, cuando aquél hizo público su apoyo a Martín Lutero.

Durante los dos años siguientes llevó una vida errática; prosiguió sus estudios y escritos, al tiempo que formulaba, a partir de la Biblia y la tradición cristiana, los principios básicos de su doctrina, lo que le obligaba a eludir constantemente la persecución de la Inquisición. En 1536 publicó en Basilea la primera edición de su Institutio christianae religionis (Institución de la religión cristiana, también conocida como La institución cristiana) un conciso y provocativo trabajo que le situó al frente del pensamiento protestante. Ese mismo año viajó a Ginebra, tras haber sido invitado por Guillaume Farel a participar en el movimiento de reforma que se respiraba en la ciudad. Permaneció en Ginebra hasta 1538, año en que los ciudadanos votaron contra las propuestas de Farel y ambos fueron invitados a abandonar la ciudad. Marchó a Estrasburgo, donde tomó parte en la vida religiosa de esa comunidad, contrajo matrimonio con la viuda Idelette de Bure (con quien tuvo un hijo, que murió en la infancia) y publicó el primero de sus numerosos comentarios sobre los libros de la Biblia. En septiembre de 1541, los habitantes de Ginebra convencieron a Calvino para que regresara y les dirigiera de nuevo en la reforma de la Iglesia. Allí viviría el resto de su vida, excepto durante los breves viajes que le impuso su actividad al frente de la ciudad. Su esposa falleció en 1549 y no se volvió a casar. Aunque recibió una casa y salario del gobierno local, no tuvo cargo oficial en el mismo y sólo en 1559 se hizo ciudadano de Ginebra. Su liderazgo fue discutido hasta 1555, cuando fue derrotada la resistencia de la influyente familia Perrin. Calvino redactó el borrador de las nuevas ordenanzas que el consejo adoptaría como constitución de Ginebra, regulando a la vez temas sagrados y profanos. Apoyó también el establecimiento de un sistema de escuelas municipales para todos los niños y de un centro de formación para los estudiantes más adelantados, la Academia, que inauguró en 1559 (con Teodoro de Beza como rector) y que muy pronto se convertiría en una verdadera universidad. Mientras estuvo al servicio de Ginebra, la ciudad se vio amenazada con frecuencia por los ejércitos a las órdenes de Manuel Filiberto, duque de Saboya, y de otros jefes católicos. En realidad, la ciudad era una auténtica fortaleza amurallada y sólo recibía alguna ayuda de las granjas de los alrededores y de sus aliados más próximos. El clima bélico y la constante amenaza de ser conquistada contribuyeron a que las condiciones de vida fuesen muy duras en Ginebra, que dependía en extremo de su comercio. A menudo, los cristianos disidentes eran expulsados de la ciudad e incluso se llevaron a cabo numerosas ejecuciones, entre ellas la de Miguel Servet. Tras ser capturado y acusado de hereje (por su negación de la doctrina de la Santísima Trinidad), este médico y teólogo católico español fue sentenciado a morir en la hoguera con la anuencia y aprobación de Calvino (aunque éste recomendó la decapitación como sistema de ejecución). Además de sus profundas convicciones religiosas, sirvieron para condenarlo sus estudios y teorías sobre el sistema circulatorio humano (que Calvino reprobaba). Calvino se propuso mejorar la vida de los habitantes de la ciudad a través de muchos medios. Propugnó la construcción de hospitales, el establecimiento de una infraestructura de alcantarillado y de barandillas protectoras en los pisos altos para evitar que los niños se cayeran, y prestó una atención especial al cuidado de pobres y enfermos y a la progresiva introducción de nuevas actividades artesanales. Promovió también el uso de la lengua francesa en las iglesias y contribuyó de forma decisiva a su formación como lengua moderna. Sin embargo, su mayor aportación a la historia de la Iglesia fueron sus escritos. Compuso personalmente numerosos himnos y animó a otros a hacerlo, entre ellos a su colega Louis Bourgeois, quien compuso el denominado Salterio Ginebrino, llamado a ser el modelo de muchos himnos protestantes. Redactó un influyente catecismo, cientos de cartas a compañeros reformadores y comentarios sobre casi todos los libros de la Biblia. También fueron recopilados sus escritos y numerosos sermones. Nunca gozó de buena salud, pues padecía asma bronquial, y estuvo muy delicado desde 1558, a causa de una violenta crisis de fiebre cuartana. Falleció el 27 de mayo de 1564 y fue enterrado en una sepultura anónima en Ginebra.


Concilio de Trento: decimonoveno concilio ecuménico de la Iglesia católica apostólica romana, que tuvo lugar, a lo largo de tres etapas, entre 1545 y 1563. Convocado con la intención de responder a la Reforma protestante, supuso una reorientación general de la Iglesia y definió con precisión sus dogmas esenciales. Los decretos del Concilio, confirmados por el papa Pío IV el 26 de enero de 1564, fijaron los modelos de fe y las prácticas de la Iglesia hasta mediados del siglo XX.


Guerra de los Treinta Años: nombre que recibe el conjunto de los conflictos bélicos europeos que tuvieron lugar desde 1618 hasta 1648, en los cuales participaron la mayoría de los países de Europa occidental, y que en su mayoría se libraron en el centro de Europa.

El origen de la guerra fue el antagonismo religioso generado por la Reforma. La lucha tuvo sus más primitivos orígenes en el profundo antagonismo religioso engendrado por la difusión de la Reforma protestante. La animosidad religiosa, sobre todo entre los más decididos partidarios de las facciones protestantes y católicas que estaban enfrentadas, extendió la guerra y fue asimismo un factor decisivo en fases posteriores. Sin embargo, según el conflicto iba ganando impulso, su carácter cambió, primando las rivalidades dinásticas de los príncipes alemanes y la determinación de ciertas potencias europeas, sobre todo Suecia y Francia, de frenar la supremacía del Sacro Imperio Romano Germánico, que por entonces era, junto a la Monarquía Hispánica, el principal instrumento político de la poderosa Casa de Habsburgo. Los odios religiosos, que llevaban encendidos más de medio siglo, estallaron, a partir de 1618, en la guerra de los Treinta Años. En cierto modo, esta situación se debía a la fragilidad de la Paz de Augsburgo, un acuerdo firmado en 1555 entre el emperador Carlos V y los príncipes luteranos alemanes. La guerra, uno de los conflictos más destructivos en la historia europea, ha sido dividida por la historiografía en cuatro fases.
Luteranos o protestantes: Al principio del siglo XVI, el estudioso monje católico romano alemán Martín Lutero, después de casarse con la ex-monja católica romana Catalina, comenzó exitosamente el movimiento dirigido contra el papado: el protestantismo, o sea la protesta ante los errores romanos.
Como motivo para el surgimiento del protestantismo sirvió la venta de las indulgencias papales por dinero, al igual que el formalismo observado durante la ejecución de los ritos católicos romanos y sagrados servicios.
Deseando librarse de los errores del catolicismo romano, el protestantismo en vez de corregirlos, fuera de cualquier lógica y contradiciendo a las Sagradas Escrituras, tomó la vía de la negación de casi todo lo perteneciente a la fe cristiana y la enseñanza de la fe y de la piedad, conservando sólo el nombre de cristianismo.
Por ejemplo, actuando contra la doctrina papal referente a los excesivos méritos (de los santos), los protestantes:
1) Proclamaron la doctrina de la justificación exclusiva por la fe sin necesidad de obras buenas, en vez de aceptar el mandamiento del Salvador: "Sed perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial" (Mat. 5:48), o en otras palabras: haced obras buenas siempre sin ninguna limitación; la propia Palabra de Dios enseña: "Es estéril la fe sin obras" (Santiago - Jacobo - 2:20).
2) En lugar de corregir el formalismo católico romano en el santo oficio y los ritos (parte sustancial de la Tradición), los protestantes rechazaron toda la Tradición, incluyendo la veneración de los santos, la solicitud de sus oraciones y la veneración de los santos iconos.
3) Descontentos (muy razonablemente) por la prohibición de leer la Biblia, los protestantes ofrecieron derecho de su lectura universal y la posibilidad de interpretarla individualmente, en vez de proceder en este sentido conforme con la enseñanza de la Palabra de Dios (véase más adelante).
4) Debido al hecho de rechazar obras buenas, los protestantes rehusaron casi todos los sacramentos (por medio de los cuales Dios ayuda a realizar buenas obras); sólo dejaron el bautismo y la eucaristía, aunque ésta última los protestantes no la adoptan en un modo absoluto, ya que no creen que el pan y vino pueden convertirse en Cuerpo y Sangre de Cristo;
5) Debido a la misma causa, o sea la inutilidad - desde el punto de vista de los protestantes - al igual que el odio de Lutero al monacato (para él, muy natural) los protestantes rechazaron los ayunos, los votos de los monjes, la mayoría de las fiestas y la veneración de lugares sagrados.
Las comunidades protestantes, juntamente con sus pastores (que son simples laicos) representan un grupo heterogéneo que ha perdido cualquier apariencia de la Iglesia.

Surgimiento de las denominaciones religiosas del Protestantismo:

Los protestantes, al igual que casi todos los herejes, requieren que todo el cristianismo esté fundado sobre las palabras de las Sagradas Escrituras, imaginando erróneamente que son seguidores de la Palabra de Dios. Los herejes exponen su aparente respeto a las Sagradas Escrituras dudando de la Tradición, aunque crean su propia tradición, o sea, sus sistemas y costumbres y su propia manera de interpretar la Biblia, protestando con su doctrina contra toda la enseñanza de Cristo. Insinúan pérfidamente que la Iglesia Ortodoxa respeta insuficientemente las Sagradas Escrituras venerando excesivamente a los santos, a quienes rechazan con anticristiana maldad, los calumnian e injurian. Conforme con la enseñanza de la Palabra Divina (2 Pedro 1:20-21 y 1 Cor. 2:11-14) las Sagradas Escrituras están inspiradas por el Espíritu Santo, y sólo las pueden explicar los Santos puros de corazón (Mat. 5:8) exclusivamente con asistencia del Espíritu Santo. El mismo contenido de la Sagrada Biblia está establecido por los Santos Padres de los Concilios ecuménicos. Por consiguiente, el respeto de las Sagradas Escrituras por los herejes es falso e hipócrita, lo que demuestra su negación de la doctrina evangélica referente a las obras buenas y hazañas piadosas, aparte del impertinente "derecho" de interpretar tergiversando la Palabra de Dios conforme con los antojos de cualquier pecador ignorante. La Iglesia Ortodoxa venera la Palabra de Dios más que todas las otras y de manera Purísima. Todos los escritos de los Santos Padres referentes a la fe y a la vida devota se fundan siempre en la Palabra de Dios; en la Iglesia Ortodoxa el Santo Evangelio ocupa un lugar privilegiado sobre el altar, representando al propio Señor Jesucristo. Lo pueden leer en la iglesia solamente personas consagradas. El mismo se lleva solemnemente a la parte central del templo para la adoración general. También es profundo el piadoso respeto a la Palabra de Dios y su uso como guía en las verdades de la fe y las obras buenas, que demuestra la Iglesia Ortodoxa en los hechos y no en las palabras.

Reformadores o calvinistas: El movimiento de la Reforma comenzó en el siglo XVI. Los primeros reformadores Zuingilio y Calvino se apartaron de la verdad todavía más que Lutero (el protestantismo). Estos reformadores enseñan que los dos sacramentos, bautismo y eucaristía, aun son menos importantes en comparación con la opinión de los protestantes: sólo son signos externos, los símbolos de recuerdo referente a los acontecimientos de la vida del Salvador.
Según la doctrina de los reformadores, Dios predestinó algunos hombres a la salvación, mientras que otros no están llamados. Los reformadores rechazan por completo cualquier imagen y adorno dentro de los templos.
Anglicanos o episcopalianos: El rey inglés Enrique VIII en el siglo XVI era un católico romano celoso y hasta recibió del papa el título del "Defensor de la fe" por su resistencia a los protestantes.
Después de diez años, en 1532, se separó del papa pues éste no le permitió divorciarse de su esposa legal Catalina con el fin de formalizar nuevas nupcias con la cortesana Ana Bolena. El sacerdote Tomás Cranmer ejerció su influencia sobre Enrique VIII para que éste se separase del papa estableciendo su propia confesión.
Enrique elevó a Cranmer a la dignidad de arzobispo de Canterbury, rompió con el papa y se casó con Ana Bolena; hizo una nueva traducción de la Biblia y compuso un nuevo catecismo (exposición abreviada de la fe). La cabeza de la nueva Iglesia anglicana es el rey, junto con el parlamento, lo que permanece intacto hasta hoy día. Enrique introdujo el llamado "breviario" que comprendía 37 puntos principales de la fe. Luego, Enrique persiguió implacablemente a los enemigos de su fe.
Conforme con el contenido de su fe, los anglicanos se aproximan hasta cierto punto a los protestantes y parcialmente a los reformadores. En algunos ritos ellos imitan a los católicos romanos, lo que produce una impresión errónea de que los anglicanos están más cercanos a la ortodoxia que los protestantes. Aunque los anglicanos tienen obispos, su quirotonía no tiene la debida gracia por cuanto no poseen ascendencia apostólica; además, se casan: cada obispo tiene su "missis bishop" (señora obispa).
Debido a que los anglicanos no pueden comprobar su sucesión apostólica en el episcopado, tienden a trabar amistad con la fe ortodoxa esperando que algún día nuestra Iglesia reconozca a la suya como poseedora de gracia.
La mayoría de los obispos anglicanos prácticamente no reconocen su breviario de 37 párrafos y rechazan casi todo el Evangelio. En la conferencia de Lambet hace alrededor de 30 años, en 1946 o 1947 (estas conferencias las tienen los obispos anglicanos de todo el mundo cada 10 años; ya se cuentan aproximadamente 300 conferencias llevadas a cabo), más de la mitad de los obispos presentes declararon que no creen en los milagros descritos en el Evangelio, ni en la Resurrección, ni en la Ascensión del Señor Jesucristo, ni en los Angeles, ni en los espíritus malignos, ni en la inmortalidad del alma, etc. Surgía la cuestión si estaba indicado abolir el "breviario." Por el momento se decidió no tocarlo. No obstante todo, sería difícil establecer en qué creen estos "obispos."
Los anglicanos tienen tres grupos de creyentes: alta Iglesia (que se aproxima más a los católicos romanos), baja Iglesia (más cercana a los reformadores) y la ancha Iglesia (intermedia). De los anglicanos se han separado los puritanos, los "puros," quienes rechazaron los restos del catolicismo romano y a los obispos.


Los bautistas: Los bautistas son una de las sectas protestantes, cuyo nombre proviene de la palabra griega "sumergir" o sea "bautizar."
Los bautistas:
1) No creen en la Santísima Trinidad, diciendo que Dios sólo puede tener faz única. Esta doctrina tiene cierta tendencia para aproximarse al panteísmo.
2) Los bautistas enseñan que las Sagradas Escrituras son suficientes para la salvación, no creen ni en la Iglesia ni en los sacramentos. Cada cual puede interpretar libremente las Sagradas Escrituras.
3) Enseñan que sería correcto bautizar solamente a los adultos por solicitud personal y mediante una completa inmersión. Por consiguiente, ellos no reconocen el bautismo de los niños, pero aseguran que los niños sin bautizar se salvarán.
4) Aunque reconocen el Bautismo y la Eucaristía, consideran que el primero sólo es un símbolo de la salvación, mientras que en la Eucaristía el Señor Jesucristo no está presente. Estos dos sacramentos los llaman "estatutos" ("ordinansis") pero de ninguna manera sacramentos; conforme con su doctrina, no proporcionan nada de gracia.


Adventistas del Séptimo Día: El adventismo representa la resurrección de la antigua herejía del quiliasmo (reino de Cristo de 1.000 años sobre la tierra; siglos I a III), la cual era una tentativa de combinar el cristianismo con el judaísmo. Esta herejía fue condenada por la Iglesia. El adventismo proviene de la palabra latina "advenimiento."
Historia. El fundador fue el bautista William Miller que vivió en Nueva York (1781-1849). Supuso que el segundo advenimiento de Cristo ocurriría el 22 de octubre de 1844 sobre un monte del estado Nueva York. había calculado este día en base al libro del profeta Daniel. Miller juntó hasta 200.000 partidarios. Pero cuando no tuvo lugar el segundo advenimiento, la mayoría de sus seguidores le abandonaron.
Después de Miller, su doctrina estuvo bajo la influencia de otros hombres con ideas distintas. Aparecieron hasta diez grupos diferentes de adventistas, el mayor de los cuales lo forman los "Adventistas del séptimo día." Uno de los discípulos de Miller enseñaba que no existe la inmortalidad del alma (Sperr), mientras que Raquel Preston y Elena White insistían que se precisa honrar el sábado en lugar del domingo. A partir del año 1846 los adventistas adoptaron el sábado rechazando el domingo, y comenzaron a considerar como "cristianos falsos" a todos los que festejan el día domingo. Introdujeron el "diezmo," y en 1863, en la primera conferencia general los adventistas del séptimo día elaboraron su reglamento válido hasta hoy día.
Doctrina. Su punto principal está constituído por la aproximación del segundo advenimiento de Cristo. Explican que en 1844 Cristo llegó en efecto, pero no a la tierra, sino al cielo (sic) con el fin de ejecutar el juicio y determinar quien será digno de Su reinado de 1.000 años. Por cuanto para la realización de ese juicio se requerirán de 70 a 100 años, se derivaban los años de la segunda llegada siguientes: 1914, 1925, 1945 y, finalmente, 1995. Tomando en cuenta la inminencia de este advenimiento, todos los cristianos deben abandonar el "falso cristianismo" que festeja el día domingo.
Después del segundo advenimiento resucitarán los justos sólo para vivir 1.000 años, de modo que después de ese milenio tendrá lugar el tercer advenimiento de Cristo, que se dedicará al juicio de los pecadores.
Sin embargo, es dudoso que los adventistas tengan como meta la preparación de los cristianos para la recepción del Mesías esperado por los judíos.
Entre otras cosas, los adventistas creen que con referencia al Apocalipsis de San Juan el Teólogo serán aniquiladas dos fieras: la "primera fiera," los Estados Unidos, por legalizar el festejo del domingo, y la "segunda fiera," el Papa de Roma.
El número de adventistas es relativamente bajo (alrededor de 400.000 individuos), pero su trabajo es muy activo para la difusión de esa doctrina.






No hay comentarios:

Publicar un comentario